Recuerdos del río volador
Daniel Ferreira
Alfaguara, 2022
Daniel Ferreira selló con broche de oro su Pentalogía (infame) de Colombia. Esta última novela confirma que se trata de unos de los mejores escritores colombianos del momento. Las cinco novelas son maravillosas, pero esta, a mi juicio, es la mejor. El aparato narratológico es preciso y novedoso: una polifonía de voces, una historia fragmentada pero consecuente, cartas, fotografías, obras de arte y la magia de naturaleza dialogan con los sucesos más relevantes de Colombia y del mundo entre los años veinte y cuarenta del siglo XX.
Yuxtapone magistralmente datos y personajes históricos, el descubrimiento del petróleo, la tecnología y la idea de progreso con la violencia colombiana, la marginalidad de los pueblos de Colombia y el impacto en las comunidades de la presencia de las empresas americanas:
«Por eso me puse esa ropa, porque iba a donde estaban el trabajo, el progreso y el dinero: el puerto del Cacique, la llanura lacustre de la concesión petrolera donde retozaron de amor los dinosaurios y donde desde el fondo de la tierra manó una lluvia de aceite negro que convirtió una aldea de pescadores en una fabulosa ciudad de hierro, quemadores y chimeneas que fabricaba dólares […] (31). Pero además, es una historia de amor muy conmovedora.
Alejandro Plata trabaja en el Puerto del Cacique, un pueblo ficticio que se ha desarrollado a partir del descubrimiento de petróleo y el establecimiento de una refinería. La trama gira alrededor de la desaparición de Alejandro y la búsqueda que emprenden su hermano y su madre. Lucía Lausen es una maestra de escuela que se mueve por varios pueblos de Colombia. Entre ellos se desarrollará una compleja relación que se va fortaleciendo y debilitando al capricho de los lectores. El río Magdalena es el protagonista de esta maravillosa historia que se va construyendo en desorden cronológico, junto con una serie de personajes enigmáticos y muy reales, que reflejan el sentimiento de una nación entera que trae a cuestas una historia indeleble de violencia.
Es el perfecto ejemplo de polifonía narrativa. Escuchamos diversas voces que se confunden en el tiempo y en el espacio, pero que edifican con firmeza el núcleo de la historia. Cuando utiliza la primera persona evoca intimismo y sentimiento:
«Mi hermano Alejandro diseñó un plan para burlar la presencia de nuestra madre» (11). (Timoleón Plata, el hermano de Alejandro).
«La niebla bajaba como un manto de novia y cubría la montañas gemelas Montefrío y Montaña Redonda. Sabíamos que luego de penetrar en los bosques y difuminar las cumbres, el banco de niebla cerraría la vista de la carretera y de la Peña de Fedra blanca del barranco de Chinchón» (49). (Elena, la hija de Lucía).
«Huele a tierra mojada y pienso en ti, Lucía. Me pierdo en tu recuerdo como me perdí en una selva, como me perdí en el cielo, como me perdí en tu pelo, como me perdí recorriendo tus pechos, como me perdí en tu nuca y los bordes de tu cara y de tu frente romana, como me perdí en la casa oscura de zaguanes y claraboyas donde fui niño y descubrí el trayecto de la luz en el polvo suspendido» (516) (Alejandro).
La segunda persona también está presente ya sea en cartas o la conciencia hablando: «Te detienes en la arena caliente y observas el cielo. Las aves esconden grandes enigmas. Su dirección de vuelo, su tiempo exacto de aparianiento, su canto» (180). (Alejandro)
Encontramos igualmente a un narrador en tercera persona, algunas veces desde alguno de los puntos de vista de algún personaje o, en otras, omnisciente, que ayuda a darle neutralidad a la narración: «Toda la noche se oyó el ruido de la lluvia. La lluvia cesó antes del amanecer, de repente callaron las hojas de plátano y los techos de zinc». (141)
Esas múltiples voces narrativas juegan con unos tiempos verbales que le dan inmediatez a la narración o ponen distancia para que el lector pueda contemplar las escenas y trabajar en su propio criterio, ya que, precisamente, Ferreira es un mago en el mostrar y no contar. Eso sí, describe cuando se necesita.
«Me voy a morir, Lucía, en cualquier momento me voy a morir, pero escúchame bien lo que voy a decirte: siempre sentí que nadie me amó, y que por la misma razón yo no podía amar. Hasta que te conocí.
Lucía alza el paquete de cartas y busca otra. La desdobla». (290).
Desde la perspectiva del género, se podría decir que es al mismo tiempo una novela telúrica, de violencia, romántica e incluso histórica. Rezuma
numerosos temas como la violencia, el bipartidismo, el progreso, la influencia del el comunismo internacional, las luchas sindicales, la historia del petróleo, la historia de la fotografía, el amor y muchos más…
No quiero cerrar este breve comentario de una novela de la que se puede hablar mucho, sin alabar la labor editorial de Carolina López Bernal: espectacular edición.
¡Esta novela toca leerla!